Israel ultima la invasión de Gaza para “destruir completamente” a Hamás | Internacional

El secreto a voces de Israel tras el masivo ataque del sábado ―el lanzamiento en Gaza de una invasión terrestre larga y a gran escala para acabar con la autoridad en la Franja, Hamás― parece cuestión de horas. “¿Estáis listos para la siguiente fase?”, ha preguntado su primer ministro, Benjamín Netanyahu, en la tarde del sábado a las tropas apostadas en las afueras de Gaza. Luego, el portavoz del ejército, Daniel Hagari, ha explicitado solemnemente el objetivo de la operación: “Destruir completamente la capacidad de gobierno y militar de Hamás y de las organizaciones terroristas”. Es decir, derrocar al movimiento islamista cuyo brazo político gobierna allí desde 2007 y cuyo brazo armado causó la jornada más letal dentro de territorio israelí, con 1.400 muertos (principalmente civiles) y 126 secuestrados.

El ejército tiene entre sus “planes ofensivos” un “ataque coordinado e integrado por tierra, mar y aire” que llegaría “hasta el corazón de Gaza”. Ese corazón es el que decenas de miles de palestinos han abandonado desde el viernes a raíz del ultimátum israelí. El ejército ordenó a 1,1 millones de personas, casi la mitad de sus habitantes (entre ellos los de Ciudad de Gaza, la capital) dirigirse hacia el sur. “Salid de Ciudad de Gaza. Os estamos viendo. Por vuestra propia seguridad y la de vuestras familias. Atacamos Ciudad de Gaza porque es el centro de las capacidades de gobierno y militares de Hamás”, ha dicho este sábado Hagari a quienes se han quedado.

Mientras, Israel continúa con sus bombardeos más potentes en Gaza. Han causado en una semana 2.215 muertos, 734 de ellos menores, según datos del Ministerio de Sanidad de la Franja. Hay casi medio millón de desplazados y unos 1.300 edificios destruidos, de acuerdo a Naciones Unidas, que advierte de que ni siquiera sus refugios “son ya seguros”.

Unas 35.000 personas buscan protección, hacinados en las instalaciones de Al Shifa, el principal hospital de Gaza. Está en la zona que Israel ordenó evacuar a los civiles. Su director, Mohamed Abu Selim, ha asegurado que una multitud de refugiados abarrotan el edificio y su patio exterior. “La gente piensa que este es el único espacio seguro después de que sus hogares fueran destruidos y se vieran obligados a huir”, ha asegurado un funcionario del Ministerio de Sanidad de Gaza.

Con todos los pasos fronterizos cerrados, la Franja contiene el aliento. El ultimátum israelí afecta también a los extranjeros que residen en la Franja y que intentan salir por el paso fronterizo de Rafah hacia Egipto, gracias a las gestiones de las cancillerías. El Cairo ha dejado claro que no permitirá la entrada masiva de refugiados.

Hamás ha tratado de evitar el éxodo ―que ha dejado escenas de caos y desesperación― con mensajes desde las mezquitas. Lo considera una “misión extraordinariamente audaz y brutal para sacar por la fuerza de su tierra” a los palestinos. Pero decenas de miles de personas (cientos de miles, según el ejército israelí) han abandonado sus hogares en dirección al sur, a través de dos carreteras paralelas a lo largo de los 42 kilómetros que separan sus puntas meridional y septentrional. Israel las habilitó durante horas como pasos seguros, aunque el Gobierno de Hamás asegura que los bombardeos israelíes mataron a 70 personas durante esos desplazamientos. El secretario general de la ONU, António Guterres, había calificado semejante movimiento masivo de población de “extremadamente peligroso y, en algunos casos, simplemente imposible”.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.

Suscríbete

Una “nueva fase”

Israel no ha querido difundir una hora tope para la evacuación de los civiles. Pero ha dejado clara su intención de pasar de forma inminente a una “nueva fase”. “Somos conscientes de que llevará tiempo, pero tienen que ir moviéndose hacia el sur […] Estamos haciendo todo lo posible para que suceda, entendemos la complejidad, pero estamos decididos a actuar contra Hamás”, señalaba este sábado el portavoz del ejército israelí para medios internacionales, Richard Hecht, en una videoconferencia.

Antes incluso del ultimátum, muchos gazatíes ya se habían desplazado, bien porque sus casas habían quedado destruidas, bien porque buscaban refugio. Dos tercios de los desplazados están entre las 92 escuelas que gestiona la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA). El éxodo hacia el sur conecta en la memoria colectiva de Gaza con la Nakba, la huida o expulsión de unos 750.000 palestinos ―dos tercios de los que vivían en el actual territorio de Israel― y la destrucción de más de 400 localidades, entre 1947 y el final de la primera guerra árabe-israelí, en 1949, sigue muy presente en Gaza como elemento de identidad, incluso entre los jóvenes que solo la conocen por relatos. El 80% de la población de la Franja tiene estatus de refugiado, porque lo heredan los descendientes.

La relatora especial de Naciones Unidas para los derechos humanos de los palestinos, Francesca Albanese, muy criticada por Israel, ha aludido a la Nakba este sábado al asegurar que los palestinos “corren un grave peligro de sufrir una limpieza étnica masiva”. Albanese ha pedido a la comunidad internacional “que negocie urgentemente un alto el fuego entre Hamás y las fuerzas de ocupación israelíes”.

La UNRWA ha advertido, además, de que la vida de los 2,3 millones de habitantes de la Franja está en riesgo por la escasez de agua. Israel mantiene desde el lunes un “bloqueo completo”, sin suministro de alimentos, combustible y electricidad. Y dos ONG de derechos humanos ―Amnistía Internacional y Human Rights Watch― han denunciado que Israel está usando en sus bombardeos fósforo blanco, que causa quemaduras de por vida. Israel lo niega. Su uso no está prohibido, pero sí en zonas densamente pobladas, como la Franja, un hormiguero de personas y edificios muy juntos y superpoblados, a excepción de algunos barrios más amplios y espacios agrícolas o abandonados.

El ejército israelí asegura que está en todo el territorio “para aumentar la preparación para las próximas fases de la guerra, con énfasis en una importante operación terrestre”. Y que ha desplegado “centros de logística avanzada” con el objetivo de que los soldados “puedan equiparse rápidamente y de forma adaptada a sus necesidades”.

Gideon Saar, ministro sin cartera en el recién formado Gobierno de emergencia, ha declarado al canal 12 de la televisión nacional que Gaza “debe ser más pequeña al final de la guerra”, con una parte que quede clasificada como zona de seguridad. “Tenemos que dejar claro a los que nos rodean el objetivo de nuestra campaña”, ha proseguido. “El que empiece una guerra con Israel debe perder territorio”.

El líder de Hamás, Ismail Haniye, ha dirigido un mensaje televisado a la población en el que acusa a Israel de cometer un “genocidio” con sus bombardeos sobre Gaza. “Estamos afrontando las consecuencias de la derrota estratégica de Israel del pasado 7 de octubre”, ha dicho en referencia al ataque del sábado, que pilló por sorpresa a Israel de una forma solo equiparable a la ofensiva relámpago de Siria y Egipto al inicio de la Guerra de Yom Kipur (1973). “Israel no consiguió superar a nuestros efectivos, por lo que ha decidido cometer crímenes contra [nuestros] ciudadanos con el apoyo del Gobierno de Estados Unidos y de varios países europeos”, ha añadido.

La invasión abre la puerta a una guerra regional. La milicia libanesa Hezbolá, más poderosa que Hamás y que ha asumido la autoría de algunos ataques contra Israel en los últimos días, ha asegurado que vigila la situación y amenaza con actuar “cuando llegue el momento”. El asesor israelí de Seguridad Nacional, Tzaji Hanegbi, ha respondido con una advertencia: “Esperamos que Hezbolá no provoque de facto la destrucción del Líbano”.

Sigue toda la información internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites