Portugal se despertó el martes con una sucesión vertiginosa de acontecimientos que concluyó con el anuncio de dimisión del primer ministro, António Costa. Por la mañana, las diferentes cadenas de televisión anunciaban que varios miembros del Gobierno, muy próximos al líder socialista, estaban siendo investigados por sospechas de tráfico de influencias y de favoritismo respecto a determinadas empresas en las concesiones de explotaciones de litio y en la producción de hidrógeno, negocios de gran envergadura financiera. A continuación, el ministerio fiscal publicaba un comunicado en el que manifestaba que el primer ministro también iba a ser investigado por tráfico de influencias, y después de estos acontecimientos, sobre las 14.00 (una hora más en la España peninsular), Costa presentaba su dimisión en todas las cadenas de televisión (anteriormente ya había presentado su dimisión al presidente y él la había aceptado).
A pesar de declarar que tiene la “conciencia tranquila”, Costa aclaraba que era imposible seguir ocupando el cargo al mismo tiempo que la justicia lo investiga. Ha sido un acto de una gran dignidad política. El primer ministro no había utilizado este estándar de exigencia antes con varios miembros de su equipo de Gobierno, ya que desde 2022 ha habido varios casos de sospechas de corrupción y de tráfico de influencias, además de nepotismo y clientelismo. En estos casos, las dimisiones fueron forzadas por las circunstancias y no por iniciativa del primer ministro. Ahora, al afectar a la cúspide de la pirámide, la decisión era inevitable y António Costa lo ha asumido directamente y en directo en las cadenas de televisión.
¿Qué perspectivas de futuro hay para Portugal, ya sea desde el punto de vista del calendario político o desde el de las alternativas? Con respecto al primer punto, la Constitución permitiría que se generase una nueva alternativa en el Parlamento sin tener que recurrir a la disolución de este y a unas elecciones anticipadas. Sin embargo, eso parece inevitable: en primer lugar y, ante todo, porque después de las elecciones de 2022, el presidente le recordó a António Costa que la mayoría absoluta también era, ante todo, de su persona, es decir, que su salida implicaría el fin del mandato.
Con respecto a las alternativas políticas partidistas, el Partido Socialista (PS) es el responsable del ejercicio y las propuestas para el futuro, especialmente en lo que respecta a la política de alianzas. En 2022, el PS se presentó a las elecciones con un programa de apreciación salarial, especialmente con el objetivo de aumentar la masa salarial en el PIB, en comparación con el capital, pero desde la guerra en Ucrania se ha producido una fuerte erosión, especialmente para las clases medias del sector público (profesiones científicas y técnicas), y solamente los sueldos más bajos han aumentado a un ritmo próximo a la inflación. Por el contrario, los beneficios de los bancos, las petroleras y las distribuidoras aumentaron enormemente, así como los impuestos sobre el trabajo y el consumo.
Los mejores resultados del Gobierno en lo que se refiere a las finanzas públicas son la reducción del déficit y de la deuda. El PS gobernó inclinándose hacia el centro y la derecha, revelando una gran incapacidad para dialogar, ya fuera con los sindicatos (de profesores, de médicos, etc.) o con los partidos a su izquierda. Será muy difícil que renueve la mayoría absoluta, pero el diálogo con la izquierda será arduo, a no ser que el nuevo líder sea Pedro Nuno Santos, del ala izquierda del PS.
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En la derecha, el Partido Social Demócrata (PSD), de centroderecha, ha luchado por convertirse en la alternativa con dificultad, es decir, ha hecho varias propuestas positivas (bajada generalizada de impuestos, solucionar el desacuerdo con los profesores, etc.), pero esto es, por un lado, muy insuficiente como programa alternativo de gobierno y, por otro lado, las encuestas no le han sido muy favorables. Por consiguiente, el partido necesita presentar un programa político alternativo, dirigido a la resolución de los problemas de una carga fiscal demasiado elevada, la erosión salarial en las clases medias y los problemas de funcionamiento de los servicios públicos, además de un nuevo modelo para el crecimiento económico.
A este partido le ha surgido una oportunidad única, pero necesita demostrar que está a la altura de las responsabilidades de crear una alternativa para el país y, en estos momentos, una de las cuestiones fundamentales es la política de alianzas. El PSD probablemente necesite aliarse con los liberales de la Iniciativa Liberal (IL), así como con la derecha radical de Chega para llegar al Gobierno. En materia de alianzas políticas, el PSD parece mejor posicionado para dialogar con la derecha y así llegar a gobernar, mientras que el PS se ha vuelto incompatible con la izquierda social y política. En cualquier caso, por ahora cualquier escenario es posible, sobre todo porque desde el punto de vista de las encuestas todo ha estado muy igualado.
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