Francesco Bagnaia (Turín, Italia, 26 años) es el tercer piloto en la era moderna de MotoGP que defiende con éxito su corona, un hito tan solo al alcance de dos de las mayores leyendas del campeonato, Marc Márquez y Valentino Rossi. El número uno de Ducati se proclamó campeón del mundo de la categoría reina por segundo año consecutivo este domingo ganando el GP de Valencia. Le bastó ir a su ritmo y aprovechar los errores de sus rivales. Ya en la sexta vuelta se supo ganador, cuando Jorge Martín impactó con la parte trasera de la moto de Marc Márquez y puso fin a su sueño de ganar el título. En la primera temporada en 75 años de historia con doble dosis de carreras los fines de semana, Pecco demostró una vez más ser el más inteligente y reposado del ejército de motos de la marca de Bolonia, la gran dominadora del campeonato. “Estoy muy feliz, porque no era necesario, pero siempre soñé con ganar ganando”, celebró. Así lo hicieron en su día todos los grandes.
El flamante campeón apenas se inmutó ante el juego psicológico de Martín, el aspirante español que le ha acosado hasta la última prueba con una moto satélite. Bagnaia no entró al trapo y se limitó a cumplir con su plan de trabajo a lo largo del fin de semana. El título lo dejó prácticamente atado cuando firmó el sábado una segunda posición con sabor a victoria en la clasificatoria, aunque el madrileño luego logró responderle con una victoria al ‘sprint’ para prolongar su lucha hasta su caída en la carrera que ha echado el cerrojo a un espectacular Mundial.
El piloto del Pramac de 25 años, gran animador de este segundo tramo del Mundial, acarició la gesta a pesar de que todo se le puso en contra. Las matemáticas eran complicadas por mucho que él insistiera. El golpe definitivo, que llegó poco después de una colada al límite en la tercera vuelta cuando acosaba a su rival por el título, provocó además el final más amargo para la despedida de Márquez con la Honda. El ocho veces campeón del mundo salió disparado en el incidente con el aspirante y fue trasladado al centro médico dolorido tras impactar de cabeza contra la grava. “Así son las carreras, se estaba jugando el título y no le voy a achacar nada. Ha sido optimista, y venía caliente de Maverick”, apuntó el catalán, que pudo volver al garaje por su propio pie y brindar por todos los buenos momentos vividos junto a los suyos.
Martín llegó al suyo cabizbajo y tardó un buen rato en quitarse el casco, escondiendo las lágrimas entre los abrazos de todo su equipo y los jefes de Ducati. “Siento felicidad, porque después del momento duro agradezco el equipo que tengo y la gente a mi alrededor. Les he prometido que seremos campeones”, apuntó. Su idea es continuar con la estructura actual a pesar de la posibilidad de subir a la oficial. Cheste, con 93.000 aficionados volcados en las gradas, vibró con la traca final del campeonato, uno de los más apretados de la historia, resuelto por tan solo 39 puntos tras 20 grandes premios y 39 carreras disputadas. A pesar de la pronta resolución del título, la prueba dejó varias acciones al límite y giros de guion inesperados. Cuando iban en cabeza, las KTM de Brad Binder y Jack Miller cometieron errores consecutivos y entregaron en bandeja la victoria al campeón del mundo, acompañado por otras dos Ducati, las de Fabio DiGiannantonio y Johann Zarco, en el podio. Una sanción dos horas después de la prueba le quitó la segunda plaza al de Gresini y le devolvió el cajón a Binder.
Dicen en su garaje que Bagnaia contagia su tranquilidad imperturbable a toda la estructura. “Nunca pierde los nervios”, le elogia uno de los miembros prominentes de su círculo. “Es más cabeza que corazón, es muy analítico, pero no frío, simplemente sereno”, añade. El tricampeón del mundo celebró su título como si fuera una estrella de la NBA. Hizo un mate sobre la pista y se puso tres anillos, uno por cada alirón mundialista en su palmarés (dos en MotoGP y uno en Moto2). Pecco ha sabido resistir a la punzante presión de Martín, más rápido a una vuelta, pero también más volátil en la estrategia, hasta la última prueba del campeonato. En Ducati están orgullosos de cómo su puntal ha resistido sin órdenes de equipo y con las mismas armas el acoso del aspirante español, que llegó a colocarse líder el sábado del GP de Indonesia, la decimoquinta prueba del año, tras remontarle 66 puntos en tan solo cuatro paradas del Mundial.
En Mandalika, el italiano demostró con una brillante remontada el domingo, cuando ganó la carrera tras partir desde la decimotercera posición, su plena confianza en la defensa del número uno. El dígito tradicional de los campeones no se veía desde 2012 en parrilla, y lo eligió a pesar de que nadie había ganado luciéndolo desde 1998. “Pura autoexigencia”, explican desde su box. “Si llevas el uno debes demostrarlo luego”, recordó él. Una de las personas que mejor conoce la evolución y los méritos de Bagnaia es Cristian Gabarrini, su jefe técnico desde que subió como campeón de Moto2 a la categoría reina en 2019. “Cuando empezó con nosotros, lo que más le costaba era frenar fuerte y la gestión del neumático trasero. Ahora mismo, estos son dos de sus puntos fuertes. En general es muy bueno gestionando y analizando las carreras mientras compite”, apunta.
La serenidad de Bagnaia fuera de la pista refleja su estilo dentro de la misma. El turinés no necesita salir a marcar el mejor tiempo en las sesiones de práctica, y prefiere sacrificar la vuelta rápida en pos de optimizar su máquina de cara al sábado y el domingo. Hasta en Valencia mantuvo la sangre fría y no se perturbó a pesar del juego del gato y el ratón que propuso Martín para intentar descentrarle. Hundido con el decimoquinto puesto el viernes, compareció tan pancho y simplemente reconoció que no fue un buen día para ellos. A base del estudio de los datos y la discusión con los técnicos, el campeón tiende a ir de menos a más cada fin de semana, un compás infalible. “Puedes tener al mejor electrónico, al mejor jefe técnico y lo que quieras, pero en cuestión de horas todos los miembros de la marca saben qué estás haciendo y cómo lo estás haciendo. Los datos están ahí, y la responsabilidad de marcar la diferencia recae en los pilotos”, destaca Gabarrini, consciente de la dificultad de superar en igualdad de condiciones a los otros siete pilotos que llevan la mejor moto en la parrilla.
El título de Bagnaia llega después de un año en que ha sido capaz de subir al podio en todos los grandes premios en los que no ha caído. “Es curioso. Para mí, la clave del año, su consistencia, ha sido también su punto más débil. Ha tenido ciertos momentos de inconsistencia, pero si te fijas, tenemos cinco ceros y el resto han sido podios”, subraya el técnico, que en el pasado trabajó con Casey Stoner y Marc Márquez. En total, Bagnaia ha ganado siete carreras largas y acumulado 15 podios en 20 grandes premios, además de llevarse cuatro ‘sprints’ y 13 podios los sábados. En su férrea defensa, ha sabido responder siempre a las victorias de Martín en el nuevo formato (9), o bien minimizando los daños, o bien llevándose más puntos en el cómputo global del gran premio.
Su mayor reto esta temporada ha sido superar el impacto físico y psicológico de su grave caída en el GP de Catalunya, que encima coincidió con el momento de eclosión de Martín. A pesar de ese atropello que rozó la tragedia, el fin de semana siguiente estaba subido a la moto firmando dos podios clave a pesar de los fuertes dolores a consecuencia de su caída. “Ha sido una temporada muy difícil, especialmente desde Barcelona, que fue un golpe muy duro. Desde entonces me costó mucho encontrar la velocidad los sábados”, reconoció. “Hoy vamos a celebrarlo todos, que nos lo merecemos. Estoy muy, muy feliz, porque este año ha sido más difícil que el pasado”, añadía. El turinés, muy reservado y poco interesado en la fama, ha dicho que este título le permitirá vivir un invierno relajado junto a Domizia, su prometida. En Pesaro lleva una vida tranquila y se encarga de hacer las compras y cocinar en casa. La mayor alegría de su vida le llegará en julio de 2024, cuando tiene programada su boda.
El éxito de Bagnaia reside en su carácter campechano y su rutina, imperturbable desde su llegada a la academia VR46, la cuna de los campeones italianos ideada por Valentino. Allí sigue entrenándose en el día a día junto a los mejores talentos del país, que tienen en él a su nuevo referente e ídolo, una condición que no necesita ni le preocupa. Campeón dentro y fuera de los circuitos, tan educado y correcto es Pecco que hasta espera el alud de periodistas que quieren hablar con él tras la consecución del título: “¿Estáis todos? Vale, empezamos”.
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