Esto, cuando apenas amanecía el domingo en Valencia, frío y un sol peleón y rojo que bañaba de irrealidad la mañana, y 33.000 personas en pantalón corto y tirantes trotando por las aceras, no fue un maratón sino lo más parecido a una cabalgata de Reyes, fiesta del sudor y el talento, promesas de felicidad eterna, y caramelos para todos en forma de récords de todo tipo y color.
Miguel Indurain en bicicleta, el orgullo de campeón que no se apaga en Kenenisa Bekele y lección de humildad de Joshua Cheptegei, the King en persona, que enseña a los ateos y descreídos que el muro del maratón, la barrera con la que se chocaba en el kilómetro 30, aún existe pese a las zapatillas atómicas y a los geles de fructosa y maltodextrina, y una pizca de cafeína, absorbidos a la carrera y en cantidades asombrosas. Ambos, el futuro y el pasado, se impusieron un ritmo suicida e insoportable (28m 55s al kilómetro 10; 60m 35s en la media maratón) que Bekele, veterano sabio, enhiesto y soberbio corriendo en soledad en calles en las que a su paso huían las sombras, transformó, corriendo a su ritmo sobre zapatillas chinas en unas dignísimas 2h 4m 19s al final de los 42,195 kilómetros, y un cuarto puesto; Cheptegei, que pasada la media maratón entró en territorio desconocido, persiguió el ritmo loco hasta reventar. Terminó casi a gatas. Nueve minutos los dos últimos kilómetros. 2h 8m 59s al final.
Y Juan Roig, patrón de Mercadona y patrocinador del maratón a través de la Fundación Trinidad Alfonso, promete un millón de euros al atleta que baje en su maratón de las dos horas.
Corren tiempos infantiles de mínima resistencia a la frustración en los que lo último es lo único y el récord, la obligación, porque si no, no existes, y Valencia, generosa, responde al desafío marcando el camino a los demás maratones siempre con récords a gogó. El primero, el de la prueba, lo batió el ganador, Sisay Lemma, un etíope veterano (33 años), habitual de los grandes maratones, y el de Valencia era el 22º que disputaba, pero nunca superdestacado (su mejor marca hasta Valencia, 2h 3m 36s, le valió para ser séptimo en Berlín hace cuatro años), atleta elegante que tuvo el detalle de no batir por 7s el récord de Etiopía que posee Bekele desde, justamente, Berlín 2019. Las 2h 1m 48s de Lemma se convierten, de todas maneras, en la cuarta mejor marca de la historia en un ránking de geometría variable liderado desde hace dos meses por el récord mundial del joven, 23 años, Kelvin Kiptum, 2h 0m 35s.
Y detrás de Lemma y sus liebres hasta el kilómetro 30, dos récords de España en pocos minutos. Majida Maayouf, alavesa de 33 años, y Tariku Novales, gallego, de 25, son los nuevos reyes.
Pese a unas liebres caóticas e irregulares que le hacían enloquecer de ansiedad, Novales, hombre de palabra, cumplió con lo prometido, desposeyó a Ayad Lamdassem de la plusmarca nacional masculina y, con sus 2h 5m 48s, se convirtió en el primer maratoniano español por debajo de las 2h 6m, la barrera de su motivación en sus largas tiradas en los altiplanos de Etiopía con la cuadrilla de sus amigos africanos o en las cuestas de la Casa de Campo bajo la mirada escrutadora de su entrenador, Juan del Campo.
Terminada la prueba, y en su madurez atlética, Novales, pasaporte a los Juegos de París en el bolsillo, bandera de España como capa de Superman, colgadas al cuello para que se vea bien su agradecimiento a su marca, zapatillas blancas made in China numeradas, 75 de una serie de 521 fabricadas, su Stradivarius atlético, no permite que la adrenalina se serene y se inflama cuando le preguntan por las ayudas que percibe de la federación española. “No saquen el tema porque el enfado que tengo yo con la federación es mayúsculo”, dice Novales, quien, al menos, ingresará 25.000 euros que paga Valencia por el récord, cheque del que descontará la parte de entrenador y mánager, y continúa. “Yo ya no sé de qué manera hay que hacer para que me tengan en cuenta, para que tengan en cuenta al maratón español. El sistema de ayudas de la federación es nefasto para los maratonianos. No estoy en ningún plan de ningún tipo. Llevo con mínima olímpica desde el año pasado y he solicitado ayuda y me han dicho que no cumplo los criterios. Es una auténtica vergüenza. Si vieran ahora mismo mi cuenta bancaria les daría la risa”, añade el mejor maratoniano español del momento, que vive en piso alquilado y compartido con otros atletas en Guadalajara. “Lo he invertido todo en poder llegar a este estado de forma y no es barato preparar un maratón, todo financiado gracias a la ayuda que me da Adidas, porque si no seguro que sería totalmente imposible. La federación, aparte de ignorarme y hacerme esperar meses para darme una respuesta, me ha dicho directamente que no cumplo los criterios con lo cual, pues no sé, no sé… la gente flipa cuando les digo que no tengo ningún tipo de ayuda, que un atleta de 2h 7m no tenga ningún tipo de ayuda… yo qué sé me voy a callar ya porque si no…”
La carrera femenina la ganó otra etíope, Worknesh Degefa (2h 15m 51s), y llegó quinta Maayouf, que le dio un mordisco de cinco minutos al récord nacional femenino (2h 21m 27s). La atleta vasca es de menos palabras que Novales, pero también tiene una historia que contar, la de su vida. “Yo llevo desde el 2011 aquí en España, en el Bilbao Atletismo y ahora en Asics. Yo era atleta de pequeña en Marruecos. Empecé el atletismo a los 12 años, pero después no he podido seguir porque, bueno, somos ocho hermanos y mi padre apenas tenía para darnos de comer. Y no he podido seguir entrenando porque no tenía nada”, cuenta la plusmarquista nacional, que se estableció en Salvatierra, cerca de Vitoria, hace 12 años y tiene la nacionalidad española desde junio pasado y a la que entrena, desde Getafe, el histórico Fernando Rodríguez, ya entrenador de Vicente Antón, ganador en Valencia en 1984. “Cuando llegué a España para mí fue como empezar desde cero y olvidar la época cuando estaba en Marruecos. He ido creciendo año tras año”.
Su último maratón como marroquí, el año pasado en Valencia, ya lo corrió Maayouf en 2h 21m, lo que anticipaba claramente su récord español, pero no la polémica que acompañó en forma de un positivo por terbutalina y una justificación terapéutica escrita a posteriori con fecha anterior, una práctica tan habitual que ni la agencia española antidopaje ni la AIU, la agencia del atletismo mundial, vieron en ello motivo de sanción. “La historia me dejó tocada”, dice. “Pero me acabó motivando. Siempre he dicho que yo tengo que hablar corriendo, no contestando a cada uno. Y cuando llega el momento hay que hacerlo bien y correr bien”.
Corren muy bien también unas cuantas españolas más, que transforman en un tiovivo el ranking histórico nacional. Tanto Fátima Ouhaddou (2h 25m 30s) como la debutante Laura Luengo (2h 25m 35s) mejoraron también el anterior récord español (2h 26m 14s, de Marta Galimany), e Irene Pelayo (2h 26m 40s) y María José Pérez (2h 26m 42s), lograron así mismo la mínima olímpica.
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