Torneo de Brisbane: Thompson se le hace largo a Nadal | Tenis | Deportes

Rafael Nadal cedió este viernes contra Jordan Thompson en los cuartos de final del torneo de Brisbane por 5-7, 7-6(6) y 6-3, tras 3h 25m. El español, de 37 años, no pudo con un rival atrevido que le planteó un duro cruce de inicio a fin. Se dilató más de lo deseado para el balear, de 37 años, y finalmente sucumbió al jugador local. Se acaba, pues, esta primera prueba para él, que en las dos estaciones previas se impuso a Dominic Thiem y Jason Kubler. En la recta final, el cuerpo del mallorquín acusó el desgaste y tuvo que ser atendido; a partir de ahí, mediado el tercer set, contemporizó para no arriesgar.

Previamente, en la segunda manga, Nadal había dispuesto de tres bolas para cerrar el partido; la primera con 5-4, y las otras dos en el tie-break. Falló en el pasante y la volea se le quedó en la red, y luego cedió en el toma y daca con al adversario en la malla. Esfumada la oportunidad, el ritmo y la extensión del partido terminaron decidiendo a favor del tenista local, que se medirá este sábado (11.30) con el búlgaro Grigor Dimitrov. Antes, Holger Rune y Roman Safiullin pugnarán en la primera semifinal de la jornada.

Tras los ensayos contra Thiem y Kubler, esta vez Nadal encuentra viento en contra. No sopla en la Pat Rafter de Brisbane, de nuevo una sauna, pero sí lo hace con fuerza Thompson, un tenista que no luce demasiado en el escaparate pero que aporta casi siempre argumentos interesantes. Es astuto, sabe jugar, posee un atractivo abanico de recursos –asiduo a la modalidad de dobles– y olfatea las dudas del español durante el primer parcial. Por primera vez esta semana, el mallorquín tuerce el gesto y niega con la cabeza, razona consigo mismo en alto. Su voluntad le pide una cosa, y la realidad le señala otra. Paso a paso. El proceso. En su juego empiezan a adivinarse las fisuras lógicas derivadas de la inactividad, y en cuanto se resiente un poco el porcentaje de sus primeros servicios, empiezan las curvas.

La situación es tan peliaguda como beneficiosa. En este retorno planteado a medio plazo –así lo señala el protagonista, apuntando hacia la primavera terrícola–, la exposición a los momentos de tensión y de dificultad como el de este viernes va a ser tan inevitable como necesaria. Debe Nadal pasar por todas las estaciones de regreso y después de dos jornadas a pedir de boca, sorprendentes por el alto rendimiento ofrecido, el tercer compromiso le obliga a navegar por aguas revueltas, sometido prácticamente todo el rato a la incomodidad. No encuentra una sola tregua. A diferencia de las dos intervenciones previas, se atrinchera durante la hora que se prolonga el primer set en la línea de fondo y descifra sobre la cornisa para ir encontrando soluciones. Thompson no cede y las imprecisiones afloran.

La determinación del martes y el jueves da paso a una mayor contención. Aun así, Nadal experimenta y se pone a prueba. Cuando ajusta el tiro o intenta una maniobra un poco más forzada incurre varias veces en el error, pero acepta los peajes. La duda, sin embargo, se ha colado por la rendija y le hace llegar en ocasiones tarde a la bola. Así que ahí que va Thompson, siempre dinámico e inmune a los riesgos, un tipo intrépido que no acostumbra a vacilar. Va de frente y la valentía le concede una rotura, pero ya pueden pasar siglos y siglos, que ahí estará el espíritu reactivo de Nadal. Ya se sabe: a peor dadas, mejor es la respuesta. Del golpe encajado a la réplica inmediata. Juega el australiano con un cuchillo entre los dientes, hambriento y desafiante, y aunque ceda la primera manga y se intuya un declive anímico, resulta ser efímero. Persiste en la misión.

Sudan ambos a chorros y el mallorquín, advertido un día antes por la demora en la transición, se asegura del tiempo a emplear en el vestuario. Entretanto, Thompson, clase media del circuito, sigue erre que erre. Eléctrico de piernas, no se inclina. No lo hace ni siquiera cuando Nadal le tiene contra las cuerdas. Sortea tres bolas de partido –una con 5-4 y otras dos en el tie-break– y lo conduce definitivamente hacia el escenario de lo físico, donde tiene todas las de ganar. El español se toca el costado y se dirige a su fisio, y aunque no hay alarma, cuando el reloj ya ha superado las tres horas de partido la carga es excesiva y reclama la atención médica. A partir de ahí, mente fría, varios muñecazos –marca de la casa– y fin de este primer test en Brisbane, que ofrece una certeza: tenísticamente, Nadal está de vuelta. Falta por comprobar hasta dónde le alcanzará su cuerpo.

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