Si Ecuador no tuviera problemas, Daniel Noboa dice que pasaría los fines de semana en su casa de la playa jugando con sus perros, haciendo más feliz a su esposa y estando más tiempo con sus hijos, pero Ecuador tiene tantos problemas que este heredero de un imperio empresarial, que podría dedicarse a ver la vida pasar, se siente obligado a hacer algo por su país. Algo grande.
Este joven de 35 años quiere ser el próximo presidente de Ecuador. Una cara nueva -apenas nadie lo conocía cuando lanzó su candidatura-, para un apellido viejo: el del abuelo pobre que hizo fortuna con el banano y el del padre rico que soñó con el que ahora es el sueño de su hijo. Álvaro Noboa intentó hasta en cinco ocasiones llegar a la Presidencia, pero nunca estuvo tan cerca como lo está hoy su pupilo.
Noboa juega al outsider sin serlo, en una época en la que estas figuras emergentes han logrado mover toda la estructura política en numerosos países. Más allá de pertenecer a una de las familias más conocidas, y acomodadas, de Ecuador, el empresario fue asambleísta en la pasada legislatura, hasta que el presidente saliente, Guillermo Lasso, convocó elecciones anticipadas. La idea de Noboa era lanzarse a la presidencia en 2025, pero la decisión de Lasso precipitó sus planes. Si resulta ganador, apenas tendrá 16 meses para gobernar, lo que resta del mandato inacabado. Desconocido para la mayoría, pasó inadvertido la primera parte de la campaña electoral hasta que dos momentos claves lo convirtieron en protagonista. El primero fue el asesinato del candidato Fernando Villavicencio, un periodista que atacaba de forma directa al crimen organizado y que fue tiroteado a la salida de un mitin en Quito diez días antes de la primera vuelta.
El magnicidio mostró a los ecuatorianos que la violencia que ha crecido de forma desmedida en los últimos años carecía de límites y obligó a los votantes de Villavicencio a buscar otra papeleta. El otro gran momento de Noboa llegó con el debate presidencial, una semana antes de la votación. Para muchos electores, esa era la primera vez que lo escuchaban. El empresario, con chaleco antibalas, habló sereno y calmado. En medio de los encontronazos directos entre los otros seis candidatos, Noboa esquivó fácil los dardos, en parte porque nadie se dirigió a él con acritud.
Ser el ignorado le dio la oportunidad de utilizar sus minutos para hablar de lo suyo, lo que atrajo a muchos votantes que vieron en este joven sobradamente preparado -estudió Administración de Negocios en la Universidad de Nueva York y tiene un grado en Harvard- a un candidato fresco y al margen de la lucha entre el correísmo y el anticorreísmo que ha marcado la política ecuatoriana en las últimas dos décadas. María Paz Jervis, presidenta ejecutiva de la Cámara de Industrias y Producción, reconoce que “es muy difícil identificar su patrón ideológico. Es la opción anticorreísta, pero no tanto”. Para la mayoría, encarna el centroderecha, aunque él se define de centroizquierda. Es un candidato pro empresa [tiene unas cuantas] que promete bajar impuestos, aunque también ha hablado de aumentar el gasto social. Se sitúe en un centro o en otro, en los últimos siete días de campaña logró sumar unos 20 puntos que lo llevaron a la segunda vuelta con el 24% de los votos, por detrás de la correísta Luisa González. Un ascenso pocas veces visto.
El político ha logrado presentarse como la opción de cambio para un país necesitado de un giro de guion. Los ecuatorianos asisten desde hace años a la descomposición de un Estado que durante décadas logró mantenerse a salvo de los estragos que el narcotráfico causó en sus vecinos. Hoy los grupos criminales mexicanos y colombianos han logrado tejer una poderosa red de influencias y control que va desde las cárceles -donde hace unos días asesinaron a los seis sicarios colombianos detenidos por el atentado contra Villavicencio- hasta gran parte del territorio ecuatoriano. Sobre todo en la zona de la Costa, con su vasta salida al Pacífico, donde la ciudad de Guayaquil, la segunda del país y donde creció el niño Noboa, vive a merced de la violencia.
“Hace falta alguien joven que tenga los huevos de hacer las cosas correctas”, dijo el candidato en una de las pocas entrevistas que ha concedido a Logan y Logan, un youtuber que graba a sus invitados dentro de un coche con un toque distendido y de humor. Noboa ha declinado todas las solicitudes de entrevista que le ha hecho EL PAÍS desde que ganó la primera vuelta el pasado 20 de agosto. Él, de entrada, puede mostrar un nutrido curriculum empresarial. A sus 35 años, ya ha sido accionista en más de 20 empresas y actualmente se mantiene en dos, informa Carolina Mella. En el imperio familiar, además, trabajan miles de personas en diversos sectores, lo que para muchos podría generar algún conflicto de intereses si llega al poder.
A pesar de que la violencia es el tema que más preocupa a la población, no ha sido el tema central de los candidatos en esta campaña atípica, volcada en las redes sociales por el peso de la inseguridad. Ni González ni Noboa han hecho demasiado hincapié en el tema. El empresario sí ha hablado de tener “mano dura” frente al crimen y de la posibilidad de comprar cárceles barcazas para encerrar en medio del mar a los presos más peligrosos. El candidato, al que su rol empresarial lo ha llevado a viajar por medio mundo y siente predilección por España, ha puesto el acento es en la recuperación del empleo, en un país en el que solo el 35% de los ciudadanos cuentan con un trabajo de 40 horas semanales y un salario superior al mínimo, establecido en 450 dólares. Ese es su mensaje al entrar en su web “#Noboaesempleo”, en medio de una atronadora canción que asalta al visitante de la página y que saben tararear generaciones de ecuatorianos: “Ecuador, Noboa está al frente; que siembre el futuro, que cambie el presente…”. Un tema que popularizó Noboa padre en Facebook, pero que ha vuelto a las playlist desde Tik Tok.
Una vicepresidenta provida
Entre todas las incógnitas que despierta su figura, su compañera en la papeleta es lo que más chirría en esa pose de joven moderno, de centroizquierda, sencillo a la par que seguro de sí mismo que quiere proyectar el candidato. Verónica Abad, su aspirante a la vicepresidencia, es una mujer de derechas que se define como “clásica y provida” y que ha dicho cosas como que las “mujeres pretenden ser feas y ahí tiene mucho que ver el marxismo” o ha apoyado las privatizaciones: “Tenemos que quitarle al Gobierno de la parte económica, de la parte de salud, de la parte de jubilaciones y pensiones”. No se sabe si en una estrategia para alejar estas ideas de su proyecto, Noboa aseguró que en caso de ganar Abad tendría como prioridad la atención a los migrantes ecuatorianos y fortalecer las relaciones con los países del Caribe y África. Las últimas encuestas publicadas les dan la victoria, pero por un margen tan estrecho y con un número de indecisos tan alto que cualquier cosa podría pasar este domingo.
El candidato Noboa se levanta todos los días a las cuatro o cinco de la mañana y trota ocho kilómetros. Los que lo han rodeado estos meses dicen que es un hombre sencillo, real y que es incansable, aunque él en la entrevista de Logan se confiesa “mamado”. No le gusta llevar relojes caros ni coches exclusivos, y en Guayaquil tiene su residencia en un edificio antiguo del centro, en lugar de en Samborondón, donde suele afincarse la aristocracia guayaquileña a la que pertenece. Más que su padre, su candidatura ha estado arropada por tres mujeres. Su esposa, la influencer Lavinia Valbonesi, de 25 años, con la que sube muchos vídeos a redes sociales y con la que espera a su tercer hijo, el segundo de ambos. Su madre, la mujer que acompañó a Álvaro en su aventura política y que ahora lo hace con su hijo, ataviada siempre con su uniforme de médica a lo largo y ancho del país para dar asistencia sanitaria a los más necesitados. Y su tía, Isabel Noboa, una de las mujeres más reputadas en el mundo empresarial ecuatoriano, y quien lo ha apoyado públicamente para romper definitivamente el enfrentamiento que mantuvo durante años con su hermano por la herencia del imperio.
Con esos apoyos, el joven empresario aspira a darle la Presidencia a un Noboa después de décadas de un poder esquivo con la política. Ayudado por Tik Tok e Instagram, el hijo ha logrado crear una figura alejada de la sombra del padre, un tipo populista, que llegaba a los pueblos a repartir puñados de dólares, con alguna denuncia por evasión de impuestos y que acabó con los años convertido en carne de meme. Si el padre era un anticorreísta puro, el hijo no tiene mala relación con el movimiento del expresidente Correa. Es de esas personas que logran navegar en todas las aguas. Con el presidente Lasso, un banquero millonario metido a político, también vivió una época de acercamientos y distanciamientos que impiden encasillarlo. Desde su campaña resumen que todo su éxito se debe a una propuesta “pro” y no “anti”. Todo muy moderno, muy directo, muy fresco, muy medido. El domingo los ecuatorianos decidirán si el próximo Noboa (hijo, nieto y bisnieto) nacerá en Palacio.
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